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Somos flexibles

El pensamiento flexible ayuda a los niños a adaptarse a los cambios y a replantearse los desafíos como si fueran oportunidades.

Puede ser frustrante cuando las cosas no salen según lo planeado, cuando los planes cambian o cuando los planes a largo plazo simplemente no se pueden realizar. Algo que puede ayudarnos a manejar los cambios con facilidad es pensar con flexibilidad.

El pensamiento flexible es una de las principales habilidades cognitivas que los niños necesitan aprender para manejar sus pensamientos, sentimientos y acciones. El pensamiento flexible nos ayuda a adaptarnos a situaciones nuevas o inesperadas. También nos ayuda a resolver problemas, llevarnos bien con los demás y pensar de forma diferente. Cuando se trata de la aventura del regreso a la escuela, la flexibilidad será especialmente importante.

Afortunadamente, hay formas divertidas para desarrollar flexibilidad de pensamiento. Considere estas ideas:

Hay más de una manera.

A veces los niños pueden frustrarse al pensar que solo hay una manera de resolver un problema. Recuérdeles que a veces hay muchas maneras para completar una tarea.

  • Ejemplo a seguir. A medida que su día avanza, cuénteles lo que usted está haciendo usando palabras como primero, luego y después. Si puede, hable sobre las alternativas que se pueden tomar. Por ejemplo, “Estoy preparando sándwiches para el almuerzo. Generalmente uso el queso amarillo, pero hoy voy a usar el queso blanco, ¡los dos son deliciosos!”.
  • ¿Y si…? Cuando lean o vean un programa juntos, pídales a los niños si pueden imaginarse un cuento diferente u otro final. ¿Y si Andrés hubiera hecho algo diferente? ¿Qué creen que hubiera pasado? Usar la imaginación también ayuda a los niños a pensar creativamente en situaciones del mundo real.
  • Cambie las reglas. Mantenga la atención de los niños cambiando las reglas de los juegos favoritos. En vez de Pato, Pato, ¡Ganso! jueguen a Rana, Rana, ¡Conejo! En vez jugar a ¡Te atrapé! jueguen a La estatua. En vez de correr a la primera base, desafíe a los niños a saltar a la primera base.

Juntos en la aventura.

Una forma de acostumbrarse al cambio es buscar diferentes experiencias con frecuencia. Hagan una lista de algo nuevo que les gustaría hacer. Por ejemplo, probar una comida nueva, un peinado diferente, ir de excursión o saltar en vez de caminar. Dedique tiempo para practicarlos. ¿Pueden hacer algo nuevo cada semana? ¿Cada día? Al final de un año tendrán una montaña de recuerdos y una excelente flexibilidad de pensamiento.

¿Qué otra cosa podría ser esto?

Parte del pensamiento flexible implica poder ver las cosas de manera diferente. Reúna artículos de uso casero, como un tubo de toallas de papel, un embudo o un batidor. Pregúnteles: “¿Qué otras cosas podrían ser estos artículos?”. Invítelos a usar la imaginación para pensar en las muchas otras cosas que podrían ser. Hagan lo mismo cuando coloreen juntos. Dibuje una figura como un triángulo, un cuadrado o un círculo. Un círculo puede ser una galleta, un platillo volador, una rueda o una burbuja.

Estimular todo el cerebro.

La flexibilidad de pensamiento es más efectiva cuando se combina con otras habilidades cognitivas, como la memoria de trabajo y el autocontrol. Desarrolle esas habilidades con actividades divertidas como buscar objetos escondidos, emparejar cartas en un juego de memoria, repetir las reglas de un juego o los pasos de una receta de cocina y jugar a Simón dice. Para estimular el autocontrol, anime a los niños a escuchar con todo el cuerpo. Recuérdeles que para escuchar necesitan una voz serena, un cuerpo tranquilo, ojos atentos y oído alerta. Saber esperar también desarrolla las habilidades cognitivas. Mientras esperan, los niños pueden usar un “diálogo interno” positivo. Podrían decirse a sí mismos: “Controla tu cuerpo y a ti mismo”, o “Recuerda lo que debes hacer”.

Respira, piensa, actúa.

Respirar, pensar, actuar es nuestra comprobada estrategia de resolución de problemas aquí en Sesame Street. El segundo paso, piensa, ayuda a los niños a practicar el pensamiento flexible. Cuando los niños (o adultos) enfrentan un problema, siga los tres pasos:

  • Respira. Primero, ayuda al niño a calmarse al colocar las manos sobre el vientre y respirar lenta y profundamente tres veces.
  • Piensa. Luego, ayuda al niño a comprender el problema y a pensar en un plan para resolverlo. Ayuda a idear algunos planes diferentes para resolver el problema.
  • Actúa. Por último, anima al niño a elegir un plan y a ponerlo en práctica. Recuérdele que aprender cosas nuevas (o superar desafíos) requiere de práctica. No es que él no pueda hacerlo, es que aún no puede hacerlo.

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